jueves, mayo 25, 2006

Anoche pasó una cosa extraña. Eran las doce de la noche. Silencio total. Ningún ruido. Suena el teléfono y me levanto a cogerlo. Fugazmente veo el número y descuelgo. ¿Dígame? ¿Quién es? Nadie, no contesta nadie y cuelgo sin más. Pienso. ¿Qué número era? De repente me viene a la memoria de donde es ese número, donde lo he visto antes, la casa del pueblo, la casa de mi tía, la pobre mujer que lleva seis meses en el hospital, en estado de coma. Pero una duda me asalta, ¿quién llamaría desde allí? Hace mas de cinco años que esa casa está vacía, habré mirado mal el número, es tarde, tengo sueño y me acuesto sin pensarlo más.

Al día siguiente recibo una mala noticia. Mi pobre tía ha fallecido. Entonces me viene a la cabeza la extraña llamada de anoche. Mi prima me dice que mi tía antes de morir decía mi nombre insistentemente, como si quisiera decirme algo, si necesitara hablarme, pero murió antes de poder hacerlo.

Un escalofrío recorre mi cuerpo y los pelos se me ponen de gallina. Ya sé quien me llamó anoche a las doce.