lunes, marzo 13, 2006

Era una noche lluviosa

Era una noche lluviosa, bastante desagradable para viajar, el tiempo no acompañaba en absoluto y estaba tan anochecido que era difícil distinguir los coches que venían de frente por la autopista. Lentamente y pegados al arcén pudimos llegar a nuestro destino: el aeropuerto de la capital, donde debía coger un avión para llegar al lugar donde tendría que reunirme con unos viejos amigos.


El aeropuerto siempre es un lugar bullicioso, gente saliendo de un lado y andando para otro, carritos que se mueven y chocan con otros, maletas, niños corriendo, gente hablando en voz fuerte, algún que otro despistado perdido entre los monitores buscando un vuelo que no encuentra o los que llegan tarde y van pidiendo paso para llegar a su embarque.


Sin embargo, esta noche era un mar de calma. No había ningún alma por los pasillos cuando llegamos, mostradores cerrados, máquinas apagadas excepto algunos monitores, la cafetería cerrada y poca gente deambulando de un lado para otro, aburrida y cansada por las horas.


En los monitores pude encontrar mi avión sin dificultad. Era el último que salía del aeropuerto esa noche junto a otro, no más hasta la madrugada siguiente, así que encontrarlo al principio de todos los vuelos era lógico. Con retraso, viene con retraso, pude oír detrás de mi espalda, da igual, esperamos, no hay prisa, lo importante es llegar, volví a oír por detrás de mí.


Sí, lo importante es llegar, como siempre decimos pero nunca lo decimos o pensamos realmente, es lo típico que se dice de un viaje pero siempre deseando que se llegue lo antes posible, lo más importante es llegar pronto, aunque el viaje sea más desagradable.


Los dos vuelos venían con retraso. El nuestro con algo menos, estaba el avión en pista pero estaban limpiando y reparando uno de los motores que no funcionaba bien, El otro, recién aterrizado, estaba siendo limpiado y tardaría más de la cuenta en despegar.
La gente cansada en un aeropuerto es de lo peor que hay, sobre todo a altas horas de la noche con ganas de salir de viaje y llegar a casa, no envidio a los auxiliares de tierra que tienen que soportar chillidos y gritos, algún que otro insulto y todo lo aguantable.


Esa noche no era distinta, uno de los vuelos, el que no era el mío, estaba lleno de gente de negocios que iba a una conferencia, iban todos con prisa para no llegar tarde, agobiados por no poder estar a la mañana siguiente en tan importante acontecimiento.
Las compañías aéreas tienen muchos derechos que ni conocemos, no sabemos o sabemos poco y hacen lo que quieren y esa noche podría comprobarlo una vez más. A una hora de retraso una responsable de la compañía se acercó a los pasajeros de ambos vuelos. Decisión de empresa, innegociable, aún con pataletas, lloros y ruegos, gritos y empujones, se ha tomado la decisión de que mi avión se cambie de destino y lleve a los ejecutivos a su destino mientras que nosotros esperamos a que el suyo esté listo


Después de quejas, sin sentido o sin posibilidad de ser escuchadas, más como medida de desahogo que para hacer algo, aquellos pasajeros embarcaron con su sonrisa de oreja a oreja mientras que nosotros veíamos como en las pantallas anunciaban nuestro vuelo para hora y media más tarde. Increíble, decisión de la compañía, innegociable, eso dijo, inamovible y nosotros esperando mientras que los otros pasajeros embarcaban mirando con cara de victoria, nuestras caras de desesperación contrastando con las suyas de felicidad.Su avión no tardó mucho en despegar, las maletas se cambiaron rápido y media hora más tarde los motores arrancaban rumbo a otra ciudad, no su destino original, otro nuevo, otra ciudad diferente.

Se oía el rugir de los motores, el viento y la lluvia contra los cristales, unas ruedas que van a toda velocidad por la pista, un avión como pájaro que quiere emprender su vuelo.Una llamarada, una explosión, una bola de fuego, silencio.


A la mañana siguiente, todos los periódicos daban la noticia. Un motor mal reparado había explotado en el cielo. Había fotografías escalofriantes, restos, maletas, trozos del aparato desperdigados por la pista, coches de bomberos y fúnebres. Ningún superviviente.Me abracé a mis amigos un día más tarde. Lo importante es llegar al destino, con un poco de retraso pero llegar.


Nunca me alegraré más que aquella vez de llegar tarde.